martes, mayo 22, 2007

Lady Godiva

"Lady Godiva". John Collier. S.XIX

Lady Godiva (principios del siglo XI) fue una dama sajona famosa por su belleza y su bondad casada con Léofric (968–1057), conde de Chester y de Mercia y señor de Coventry. Su nombre anglosajón Godgifu ó Godgyfu quiere decir "gift of God" (regalo de Dios); Godiva es la versión latina del nombre.

Esta dama, compadecida de los sufrimientos y apuros de sus vasallos, a los que su marido esquilmaba con tributos abusivos, se solidariza con ellos. Construyó junto a su esposo el monasterio de Coventry. Es destacable la buena administración de su marido.

Pero la ambición se apoderó de su esposo y ella le pidió que rebajara sus impuestos. El conde accedió, pero con la condición de que Lady Godiva recorriese Coventry a caballo, sin más vestidura que su largos cabellos. La dama así lo hizo, no sin antes acordar con sus vecinos que estos se encerrarían en sus casa para no perturbarla en su desnudez. El día elegido Lady Godiva se paseó desnuda por el pueblo, montada en su caballo, mientras todo los vecinos de Coventry permanecían en sus casas encerrados y con las ventanas cerradas.

La leyenda, que según los historiadores puede estar basado en una historia real, al menos parcialmente, finaliza aclarando que Léofric, conmovido por el gesto de su esposa, cumplió su promesa y rebajó los impuestos.

Todos los ciudadanos, menos un sastre, se encerraron en sus casas. Es a este sastre al que la tradición inglesa llama The Peeping Tom (es decir, "El mirón Tom") pues no se pudo resistir de ver a su señora desnuda ni de jactarse de ello posteriormente. Tal actitud le costó el repudio total de todos sus vecinos, quienes desde entonces, lo sometieron a un completo ostracismo. Además, la expresión pasó a designar en el idioma inglés a quien en castellano se llama mirón y en francés voyeur.

De alguna manera, el voyeurista -aquel que padece el trastorno de observar compulsivamente la vida erótica o sexual ajena- y el hombre de la sociedad actual como espectador pasivo en tanto sujeto indiferente e inerte a los acontecimientos sociales, evidencian los mismos síntomas: individuos que, con tendencias adictivas, hallan satisfacción en el universo ajeno, reemplazando la acción por la mirada, la que ha dejado de ser un medio para constituirse definitivamente en un fin.

El hombre en la sociedad mediatizada se ha convertido cada vez más en un espectador compulsivo. Y, en tanto tal, permanece inmovilizado por la proliferación de información y el consumo de bienes. Paul Virilio hacía referencia a la "posición catatónica" del espectador: un sujeto inerte, paralizado, obnubilado por el torrente de imágenes propuestas para el consumo. La llegada del vehículo audiovisual, "sustituto de nuestros desplazamientos físicos y prolongación de la inercia domiciliaria verá, al final, el triunfo del sedentarismo, esta vez de un sedentarismo definitivo".

En el contexto de las sociedades actuales, el hombre parece inmerso en un proceso de deserción social, una apatía que conduce al desinterés y la declinación de los ideales y valores públicos. La política ya no convoca a las multitudes a participar de ella. El consumo de bienes e información ha replegado al sujeto hacia sí: desmotivado e indiferente en el campo social, únicamente queda la búsqueda del propio interés, el éxtasis de la liberación personal.

Ese sujeto abúlico, pasivo con su entorno, se ha vuelto indiferente por saturación, información y aislamiento. Refugiado en su búnker, protegido por la pantalla de los medios masivos, se ha convertido en un observador adicto: de partícipe, actor y creador, el hombre actual ha pasado a ser un sujeto inmovilizado y aislado en su propio universo, atrapado por la vorágine de secuencias mediáticas, un espectador voraz que ha logrado inhibir la acción, a la que ha reemplazado por la mirada.

El hombre ha pasado de ser sujeto creador (actor) a hombre-espectador. La sociedad ya no es activa, ahora es una sociedad de espectadores, contemplativa y pasiva.

-"Venzamos el aislamiento, recuperemos la calle".

-"La belleza no mira, sólo es mirada". Albert Einstein

-"El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada". Tristan Bernard

-"Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón". William Shakespeare.