Perro semihundido
Este cuadro se encontraba en “La Quinta del Sordo”, con el resto de pinturas negras. Sin embargo, en este caso la escena no es tenebrosa ni sórdida, no hay aquelarres, brujas o monstruos. Sólo hay un perro, pero resulta sumamente inquietante. ¿Qué hace el perro?
Puede nadar contracorriente, puede estar en una duna de arena, asomarse tras una loma, ahogándose o hundiéndose en arenas movedizas... Y es más, ¿qué esta mirando con tanta atención? No hay nada en su campo visual, solo una mancha de color. Quizá había algo o alguien pintado, pero Goya decidió borrarlo, dejando al perro fuera de todo contexto o escenario identificable.
Dicen que de todos los animales el perro es el animal que penetra con más profundidad en el corazón de los hombres. Es tanta la ternura que manifiesta este animal hacia los seres humanos, que pocas son las personas que no se emocionan viendo la algarabía de estos animales delante de sus amos y las expresiones de cariño que les dedican. Miles son las muestras de fidelidad y de generosidad que los perros han manifestado a sus amigos los hombres.
Más de las dos terceras partes del cuadro están vacías, el horizonte es una línea diagonal, y la separación cielo-tierra resulta muy confusa. Este cuadro puede ser más o menos bonito, despertar más o menos emociones... Lo que está claro es que no es un cuadro convencional.
Es cierto que en esta vida nada es fácil, ¡¡¡ pero tampoco es tan complicada!! Prohibido ahogarse en un vaso de agua ni enterrarse en un grano de arena: ayer lloraba el que ríe hoy, y hoy llora el que ayer rió. Más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón, así que ADELANTE.
Cuando nos sentimos heridos o hemos sufrido por algo tenemos varias alternativas: ignorar lo sucedido, negar lo que ocurrió o intentar salir adelante y curar la tristeza.
En ocasiones es difícil volver la vista atrás, enfrentarte cara a cara con el problema, con la persona, con la situación... Pero es la única manera de salir del dolor eficientemente, creciendo, aprendiendo sobre uno mismo. Si no se revisa lo sucedido y se trata de prevenirlo, se corre el riesgo de cometer de nuevo el mismo error.
Sobreponerse a la herida supone un alto compromiso, una cuota de dolor (soportable). Para curar una herida hay que desinfectarla, observar su profundidad, determinar de qué manera se produjo y, lo más importante, la forma en que se puede prevenir para que no vuelva a suceder. Salir del pozo es un proceso que lleva tiempo, esfuerzo, decisión y paciencia. Todos nos hemos visto de una u otra manera en un pozo en un momento determinado: puede ser un pozo estar enamorado y no ser correspondido, o tener ansiedad, complejos, no estar a gusto con tu trabajo, con tu pareja, la pérdida de un ser querido... Cada situación exige una respuesta diferente y por supuesto no son comparables. Salir de él es la única manera eficaz de lograr la óptima cicatrización de la herida.
Una vez que logramos volver a vivir la tranquilidad y el bienestar, cuando deseamos cambiar y recrear nuestra vida, aparece el miedo: temor a cometer los mismos errores, caer en las mismas trampas, no desarrollar ese cambio que estaba en nuestro objetivo y volver a cometer las mismas torpezas.
Para volver a tomar las riendas de nuestra vida, personal y afectiva, debemos rescatar lo bueno, lo sano, lo valioso y enriquecedor que existió en el pasado. Uno tiene que volver a ser el protagonista de su vida y dirigir su propia película.
Tenemos que elegir la mejor manera de vivir, respetando los valores inalterables, los que no fallan, respetándonos a nosotros mismos, respetando a los demás. Estos valores hacen que desarrollemos al máximo nuestras habilidades, posibilidades y puntos fuertes.
Empezar de nuevo cuesta mucho trabajo, pero vale la pena. Hay que aprovechar las oportunidades que te brinda la vida. Ya no hay príncipes ni princesas, ni fantasías adolescentes. Alegría, dolor, cambio... hacen que la experiencia desarrolle y canalice nuestros actos. Pero la experiencia no quita la ilusión.
Buscar la felicidad es un desafío. Podríamos decir que se trata de un desafío continuo: para mi no existe la felicidad como estado emocional, sino como momento puntual. La felicidad consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.
Decía Casona: “Si eres feliz: escóndete. No se puede andar cargado de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una felicidad como la tuya por un mundo de desgraciados”.
Yo estoy preparado para ser feliz, de hecho lo soy. Metí en la maleta todo lo necesario: confianza, seguridad, orgullo, dignidad, fortaleza, generosidad, ilusión, misterio, alegría y esperanza. Y tú, ¿eres feliz?