domingo, marzo 04, 2007

El Ángelus


"El Ángelus". Jean-Françoise Millet. S. XIX


Esta composición es extremadamente simple: las figuras se muestran separadas e inmóviles. Un campesino y su esposa. Ambos han interrumpido el trabajo para rezar, de pie, con la cabeza baja; sus siluetas se recortan en el cálido cielo del atardecer. El hombre, con la horca clavada en el suelo, sostiene entre sus manos el sombrero; la mujer, situada al lado de la carretilla, une las manos en señal de oración.

Ejemplo claro de cómo convertir a gente sencilla en temas dignos de ser representados en pintura. Focillon admiraba “la manera de reflejar el sentimiento de grandeza de los seres, del peso del hombre sobre la tierra, de la belleza de las formas sólidas destacadas por una luz y por una sombra estatuarias”. El pintor se siente horrorizado por las nuevas características que ofrece la ciudad. Siente nostalgia de un pasado preindustrial y fascinación por la vida campesina.

El principal protagonista de la pintura no es el héroe trágico o tradicional. No son los Horacios dispuestos a salvar el honor de la estirpe. El protagonista es un trabajador, atado a la tierra como triste y sumiso animal de carga: “Al héroe trágico ha sucedido la tragedia de la criatura ligada a la tierra”, que decía Broch.

Las grandes y robustas figuras aparecen en primer plano, aisladas y simples, con armonías cromáticas que tienden casi siempre a ser opacas, terrosas. Decía Van Gogh que “parecen pintadas con la tierra que labran y trabajan”. El tema del trabajo en los campos aparece con una simple y bíblica dignidad.

Sin embargo, la elección de Millet es ambigua: ¿por qué los campesinos y no los obreros de las fábricas, cuya miseria era aún más negra? Porque el obrero ya es un ser desarraigado de su ambiente natural, tragado por el sistema, perdido; el campesino está ligado a la tierra, a la naturaleza, a las formas de trabajo y de vida tradicionales, a la moral y a la religión de sus padres.

La burguesía se entusiasmaba con Millet porque pintaba campesinos, que son trabajadores buenos, ignorantes, sin veleidades progresistas; pero Millet paga su error político. Retrocede del realismo al naturalismo romántico, escoge contenidos "políticos", ama las penumbras envolventes que unen a las figuras y los paisajes, los sugerentes efectos de luz, los motivos patéticos.



Hacía tiempo que no le visitaba

El frío calaba por mis huesos. Era un día gélido, húmedo. Hacía tiempo que no le visitaba. A veces por dejadez, por falta de tiempo, o simplemente porque no lo veía adecuado.

Sin embargo son cosas que no las tiene en cuenta, son las pequeñas cosas cotidianas de la vida en las que no se para ni a pensar, ni a juzgar, ni a apuntarlo en el Debe.

Estaba tan sonriente como siempre, una sonrisa sincera, honesta y provocadora, que hace que te alegres por el simple hecho de verle.

- ¡Hola! Hacía tiempo que no pasabas por aquí..
- He estado muy liado, ya sabes.
- Bueno y cuéntame, ¿cómo va todo?

“¿Cómo va todo?”, siempre me lo preguntaba. Pero no del mismo modo que cuando paras por la calle a un amigo de “¡hola¡, me alegro de verte, tengo prisa, ¿como va todo?”

Sus preguntas son sinceras. Otras veces sólo pregunta un escueto “¿cómo estás?”. Dos palabras, solo dos palabras, pero dichas de verdad y realmente esperando una respuesta con los ojos y los oídos abiertos... esas son preguntas que reconfortan. Son dos palabras... “¿cómo estás?” Que son tan fáciles de decir que nunca se dicen.

- Muy bien, muy liado con muchas cosas, el trabajo, la familia... ya sabes.
- ¿Por qué siempre terminas tus frases de la misma manera? Ya sabes... perdona que te diga pero no sé, no sé realmente nada de vosotros. Pasan días, meses, sin veros. Realmente no le doy importancia al tiempo, hace tiempo que dejé de pensar en él... Y eso deberías de hacer tú. Siempre el tiempo, siempre las prisas, siempre con urgencias. Cuándo os daréis cuenta de que eso no es lo importante, no merece la pena correr tanto.
- Si estoy de acuerdo contigo, y lo pienso todos los días. ¡No merece la pena! Pero bueno sabes que adquieres una serie de compromisos con la gente, con el trabajo... es complicado llevar esos consejos a tu vida diaria, a tu vida real.

Se sorprendió mucho cuando hablaba de la vida real, como si de verdad tuviéramos mas vidas, o más formas de llevarla a cabo. Pero asintió, dándome la razón, como si estuviera de acuerdo conmigo.

Hacía tiempo que él no llevaba una vida real. Su vida era pura invención, no existía. A lo que el llamaba vida en realidad era un periodo de tiempo en el que un cuerpo estaba en un lugar determinado, sin más. A veces sí se acercaba a nuestra vida, la vida real, la cotidiana... pero siempre huía ante ella. La vida no era para él o él no estaba preparado para ella. Son dudas que nunca he sido capaz de resolver.

- La verdad es que todavía no entiendo el empeño en venir aquí. Hay mucha gente, problemas para aparcar... por qué esa obsesión en querer sentirte mejor contigo mismo por el hecho de venir aquí. Te he dicho mil veces que no es necesario. Es más, cuando quieras que nos veamos ya me ocuparé yo de hacerlo.
- Eso es mentira, como tantas cosas que me dijiste. Hace mucho tiempo que quiero verte, pero nunca te ocupas de hacerlo. Aún así esperaré. Siempre esperaré.

Y me fui, con los ojos bañados en lágrimas, con el paso firme, con la pena instalada en lo más profundo de mi corazón. Me fui con la intención de tener esperanza, de ser paciente... Algún día querrá verme, eso quiero pensar. En realidad no me lo creo: creo que cuando lo vea es porque he ido yo, con él, a su lado. Tendremos así toda la vida para explicar tantas cosas... Aún así esperaré. Siempre esperaré.


1 Comments:

Blogger vehemente said...

Se convirtió (ya hace mucho…) en uno de mis cuadros preferidos. Me hizo sentir. (Reconfortante sorpresa encontrarlo aquí)

Una imagen serena y costumbrista que conjuga realismo e impresionismo, y que es más que el simplista mensaje religioso que se podría derivar de su título. Personas normales, con existencias previsibles, capaces de dar a cada cosa su espacio, su tiempo; que saben más que muchos de las cosas sencillas. El día se mueve, el mundo sigue… pero ellos se detienen, ni más ni menos, que a dar gracias.

(…)

Ya se echaba la noche encima, sonaron las campanas de la iglesia y no hizo falta ni mirarse. Dejaron su quehacer y buscaron, en la inmensidad de la tierra, su recogimiento. Ese momento era importante.

¿Quién para de segar y sembrar para tomarse un instante cuando SUENAN SUS CAMPANAS?, ¿somos capaces de ESCUCHARLAS?

04 marzo, 2007  

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